Sin miedo a la página en blanco
extiendo el manantial recién desatado por el cauce.
Lo flexible no repara en surcos sorpresivos
y se abalanza a una corriente
que ya va, que ya está aquí en el centro de mi asombro.
Lo blanco impone pero no intimida indecisiones.
Es por sobre todo, la invitación a una ceremonia
de cálculos y miradas sensitivas
a través del movimiento, como si el aire
y los elementos condescendientes
trazaran el dibujo en medio de transparencias.
Algo natural me canta a los oídos y los hace sumergirse
al misterio de toda creación.
Las palabras se alzan en bloques descontinuos
se abrazan para sostenerse
y es ahí donde existe el lenguaje
que me compone.
El equilibrio tiende sus redes y en el paisaje se abren
las puertas
por donde se asoma
la sorpresa vestida de verdes y azules
del agua que contiene mi memoria.
Todo yo soy el cuerpo extendido
mis aberturas alojan el agua estancada
y es la herida quien habla de tiempos
para configurar el reflejo de un rostro
en la sombra.
Tierra lejana
Vuelvo para morir
en el instante
de un incendio.
Vivir es el nudo que ata a la orilla
No verse prolongado
Quedarse
Encallarse
a un origen cenagoso.