En un tránsito de sueño,
la libélula recorre polvo anegado en el vidrio.
Es como el correr de pies en agua sucia,
darse un clavado con mandíbulas rotas al abismo
y salir a flote con pedazos de cristal en la boca.
Si llevara un ojo atento, despierto.
No cabizbajo, ni obsesivo de pintar estos hilos en desvelo
justo donde los párpados tejen redes al cerrarse;
extensas redes que atraparán los peces
de la imagen más frágil.
Si llevara un ojo atento
todo mi rencor abordaría la ruta accesible,
sólo para saberse liviano,
seguro de flotar en telarañas del viento.
(Publicado en la revista Sinfín, CdMx., mayo 16, 2015).